Te arrojaste un día con el corazón campechano
los ojos abiertos y las lágrimas a cuesta
revelando tus propios velos ante mí.
Tus manos llenas de tizne
tan fuertes para admitir el llanto
asumieron cuartear la tormenta
remando en la adversidad como héroe anónimo.
Los ángeles te cobijan en brazos
tan tuyos
tan etéreos
estornudan entre tus bostezos
desprovistos de disimulo se sobresaltan ante tus risas.
Celebro la nueva vuelta al sol de tu alma
y cada pliegue de edad que tu piel sugiere
porque descubro en cada uno de ellos
susurros angelados y palabras de amor.
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